Sunday, November 4, 2007

A PROPÓSITO DE LA GUERRA ANTISUBVERSIVA

DIEZ OLVIDOS

No pasa día -en rigor, no pasa hora- sin que desde todos los medios masivos a su disposición, las izquierdas gobernantes y cogobernantes vuelvan una y otra vez sobre la condena del Proceso y de la Guerra Antisubversiva। Como tampoco pasa una hora sin que desde alguna instancia más o menos jurídica, nacional o transnacional se intente o se ejecute una nueva estrategia para mantener a los presuntos o reales represores de la guerrilla en permanente estado de acusación.

Por Antonio Caponnetto - Cabildo

NuevoEncuentro 03/11/07



Las respuestas y las reacciones que se suscitan ante tal estado de cosas están lejos de ser satisfactorias। Empezando por las respuestas de los jefes castrenses, que han optado entre entregarse sin combatir, a expensas de su honor, asociarse vergonzosamente al enemigo sirviéndole de guardia pretoriana o de embajadores, o proferir discursos pacifistas. El resultado es una confusión tan multiforme, una mentira tan honda y una falsificación tan sistemática de la historia, que nos parece oportuno presentar la siguiente enunciación de olvidos:

1.- Se ha olvidado, en primer lugar, la existencia del Comunismo Internacional, con su pecuela de cien millones de muertos durante el siglo XX. La cifra no es arbitraria, ni retórica ni antojadiza. Es el resultado de un cálculo científico, corroborado tras prolijas y actualizadas investigaciones de carácter demográfico, en una voluminosa obra escrita por seis autores insospechados de antimarxismo: El libro negro del Comunismo, Barcelona, Planeta-Espasa, 1998, en su versión castellana.Los profesionales de la protesta antigenocida, tan prontos a blandir cantidades más emblemáticas y falsas que reales, (como las de los seis millones del Holocausto o la de los treinta mil desaparecidos), no han dicho una sola palabra a propósito de tan monstruosa constatación. Entre el 12 y 14 de junio de 2000, en Vilnus, Lituania, tuvo lugar el Primer Congreso Internacional sobre la Evaluación de los Crímenes del Comunismo (CIECC), organizado por la Fundación de Investigación de Crímenes Comunistas presidida por Vytas Miliauskas. No se ha visto ni se verá jamás allí a representante alguno de las agrupaciones defensoras de los derechos humanos, ni al juez Garzón y sus múltiples secuaces nativos y foráneos. Con lo que se constata una vez más -sin que haga falta- que los invocados derechos no son más que un recurso dialéctico de la Revolución, y que las tales agrupaciones que los invocan no han nacido sino para custodiar los intereses de la praxis marxista. Lo cual -pongámosnos de acuerdo- no sería incoherente ni lo más grave si no mediara el hecho de que los mencionados ideólogos y agitadores insisten en presentarse como pacíficos ciudadanos preocupados por cualquier atentado de lesa humanidad.

2.- Se ha olvidado, en segundo lugar, que al amparo de aquella estructura ideológico-homicida apa­reció en la Argentina el fenómeno del terrorismo marxista, responsible de innúmeros actos delictivos y sanguinarios, y causa eficiente de la guerra revolucionaria, a la que toda Nación así agredida está obligada a enfrentar, aún con el concurso de sus Fuerzas Armadas. No fue un hecho aislado ni eventual ni azaroso ocurrido en nuestro país; fue parte de una planificada y cruenta operación extendida -sucesiva y simultáneamente- por toda América y por otras regiones del mundo. La Argentina no vi­vió una guerra civil. Fue agredida desde las usinas internacionales del marxismo con el concurso de subversivos vernáculos.

3.- Se ha olvidado, en tercer lugar, que el susodicho terrorismo no fue sólo ni principalmente físico, sino psicológico, político, económico y moral, buscando como blanco antes las almas que las armas. El término subversión -hoy olvidado- da una idea exacta, en recta semántica, de lo que aquella planificada ofensiva comunista quería conseguir y consiguió. El terrorismo resultó derrotado, pero la subversión campea victoriosa, gobierna y justifica y legitima ahora a los terroristas. Este triunfo subversivo -que está instalado en todos los ámbitos, desde el universitario hasta el eclesiástico, desde el periodístico hasta el gubernamental- fue consecuencia directa de la imperdonable ceguera e ignorancia doctrinal de las Fuerzas Armadas, a través de sus sucesivas conducciones, partícipes todas de la cosmovisión liberal, progresista y moderna de la política. Prefirieron proclamar que los argentinos eran derechos y humanos -pagando tributo a las categorías mentales del enemigo- cuando lo que correspondía era saber definirse contrarrevolucionarios. Prefirieron tener por fin la democracia antes que la patria. La paradoja es que los titulares de aquellos gobiernos militares, miopes y cómplices del error no son enjuiciados ni castigados, como debieran serlo, por causa de esta derrota contra la subversión, sino en razón de su victoria contra el terrorismo.

4.- Se ha olvidado, en cuarto lugar, que tanto la subversión como el terrorismo contaron con el apoyo explícito e incondicional de las genéricamente llamadas agrupaciones internacionales de solidaridad. Principalmente de la célula Madres de Plaza de Mayo, cuyas integrantes -que manejan ahora hasta el funcionamiento de una "universidad", y que han sido insensatamente promovidas, homenajeadas y hasta recibidas en los ámbitos presidenciales- no dejan posibilidad alguna de duda sobre sus propósitos a favor de la lucha armada. Tampoco esto nos parece incoherente o lo más grave, sino el hecho de que se preterida presentar a las Madres como modelos de la defensa de la vida y de la libertad. Hay que decirlo de una buena vez: Madres, Abuelas e Hijos son tres agrupaciones terroristas que gozan de impunidad, y hasta cuentan en algunos casos con subsidios estatales, llamados eufemísticamente indemnizaciones.Si las cosas se hubieran hecho bien, si una inteligencia cristiana hubiera comandado aquellas acciones bélicas, y una voluntad auténticamente castrense las hubiera consumado, no habrían existido desaparecidos sino ajusticiados, como consecuencia de una límpida, pública y responsible acción punitiva. Es posible, se dirá, que las Madres de Plaza de Mayo hubieran existido igual sin desaparecidos, pues su propósito institucional -quedó después en claro- no era recuperarlos sino apoyarlos y encubrirlos, desde la apelación a lo emocional hasta el uso de las armas. Pero si quienes libraron la guerra justa con­tra la subversión se hubieran abstenido de utilizar algunos de los mismos procedimientos perver­sos del adversario, su triunfo moral sobre ellos sería hoy apabullante e incuestionable.

5.- Se ha olvidado, en quinto lugar, que los soldados argentinos que combatieron en la ciudad o en los montes, bajo las formas más o menos clásicas de la guerra o las atípicas que el partisanismo impone, perdiendo por ello sus vidas o arriesgándose a perderlas, merecen la gratitud y el aplauso, el trato heroico y el reconocimiento de su valor. Ellos y sus familias vivieron múltiples peripecias y situaciones de riesgo, hasta que -muchos- cayeron en combate o quedaron gravemente mutilados. Libraron el buen combate sin ensuciar sus uniformes ni sus conductas. Sus nombres y los de las batallas en las que actuaron no pueden ser suprimidos de la memoria nacional, como vilmente viene sucediendo.

6.- Se ha olvidado, en sexto lugar, que no toda acción represiva es inmoral, y que aún del hecho de una represión ilícita no se sigue la inocencia de quienes la hayan padecido. Ambas cosas sucedieron en nuestro país. Hubo una represión del terrorismo perfectamente legítima y encuadrable dentro de los cánones de la guerra justa. Y hubo una represión -aconsejada por los eternos asesores de imagen que continuamente proporciona el poder mundial para estas ocasiones- que violó las normas éticas, siempre vigentes, aún en tiempos de conflagración, desnaturalizando aquella contienda y enlodando a quienes la ordenaban. Mas por enorme que resulte el repudio a aquel modo torcido de reprimir el accionar terrorista, ello no convierte en inocentes a todos aquellos sobre los cuales se ejecutó, ni en torturadores a todos aquellos militares que pelearon. Sin mengua de que hayan podido resultar lesionados algunos inocentes, hubo culpables reprimidos lícitamente y culpables reprimidos ilícitamente. Pero lo más penoso, es que hubo grandes culpables protegidos. Después, y hasta hoy, ocuparían los cargos más encumbrados del Estado. Muchos altos jefes de las FF.AA. deberían responder por esta altísima traición a la patria.

7.- Se ha olvidado, en séptimo lugar, que no existió ninguna dictadura militar ni ningún genoci­dio. Debió existir la primera -posibilidad prevista en la vida política de una nación y en las formas gubernamentales de emergencia en tiempos de anarquía- como respuesta necesaria y oportuna a la situación extraordinaria que se vivía entonces. Contrariamente, las sucesivas cúpulas castrenses procesistas se declararon en pro de "una democracia moderna, eficiente y estable", y se comportaron como una variante más del Régimen: la del partido militar. Hasta que trasladaron mansamente el poder al más conocido picapleitos del sanguinario jefe erpiano. La imagen de Bignone entregando satisfecho el mando a Alfonsín, defensor de Santucho, es el símbolo más elocuente de la inexistencia de dictadura castrense alguna, y la prueba más patética de la existencia de una connivencia oprobiosa entre aquellas mencionadas cúpulas procesistas y los mandos subversivos.Así como no hubo dictadura no hubo genocidio, pues muertos por procedimientos lícitos o ilícitos, los guerrilleros abatidos no fueron perseguidos por cuestiones raciales o étnicas, sino por constituir un ejército invasor, de raigambre internacionalista, durante una contienda iniciada formalmente por ellos. Todas las comparaciones que se hacen entre el Proceso y el Nacionalsocialismo, resultan ridiculas, falaces, desproporcionadas y carentes de sustento. Tanto por la falsificación que comporta de los hechos argentinos como por la exageración de los hechos ocurridos en la Alemania del Tercer Reich. La estú­pida analogía no es más que propaganda comunista para consumo de ignorantes y de mendaces.

8.- Se ha olvidado, en octavo lugar, que no hubo un terrorismo de Estado sino una cobardía de Estado; del Estado Liberal concretamente, incapaz de hacerse responsible -con nombres y apellidos al pie de las sentencias- de las sanciones penales públicas más drásticas, perfectamente aplicables en tiempos de guerra contra un invasor externo con apoyos nativos. Pero más allá de esta cobardía repudiable, no puede establecerse ninguna simetría entre el Estado agredido que justamente se defiende y preserva, y la acción disociadora de las células guerrilleras, que pretendían constituirse en un Estado dentro del Estado. Hubo acciones represivas del Estado Argentino perfectamente plausibles, como la intervención militar en Tucumán con el Operativo Independencia. Y otras medrosas e indignas, según las cuales, la clandestinidad y la "ofensiva por izquierda" eran preferibles a la reacción diestra y nítida.

9.- Se ha olvidado, en noveno lugar, que no existieron campos de concentración ni holocaustosde ninguna especie. En todo caso, tan mal pudieron pasarla los guerrilleros detenidos como los secuestrados en las cárceles del pueblo. Los casos de Larrabure e Ibarzábal seguirán siendo terriblemente paradigmáticos al respecto.La tortura es un procedimiento inmoral, aunque quepan algunas distinciones casuísticas sobre la aplicación de los castigos físicos. Mas no existe un determinismo que convierte a todo militar en un torturador, sino una naturaleza humana caída que puede degradar al hombre, cualquiera sea el bando al que pertenezca. La dialéctica que have del militar un torturador y un secuestrador de criaturas y del guerrillero una víctima mansa e indefensa, no resiste la menor confrontación con la realidad y es parte constitutiva de una nueva y grosera leyenda negra. Pero también debe decirse que no toda medida de con-tención física de un delincuente es tortura, ni lo es todo interrogatorio de un culpable, y que resulta una hipocresía inadmisible escandalizarse por la falta de un trato humano después de habérselo negado a otros.

10.- Se ha olvidado, en décimo lugar, que no eran alegres utopías las que movilizaban a los cuadros guerrilleros sino un odio visible sostenido en una ideología intrínsecamente perversa. No eran tampoco desprotegidos y desguarnecidos corderos, a merced de una jauría desenfrenada de soldados, sino tropas fríamente adiestradas y entrenadas para matar y morir. Ninguna inocencia los caracterizaba. Ningún atenuante los alcanza. Secuestraron y maltrataron a sus víctimas horrorosamente; extorsionaron y se desempeñaron como victimarios de su propio pueblo; practicaron el sadismo entre sus mismos compañeros de lucha; tuvieron sus centros clandestinos de detención; arrojaron a muchos jóvenes y hasta adolescentes al combate, utilizando después sus muertes como propaganda partidaria y como argumentos sentimentales contra la represión. Y no se privaron de escudarse en sus propios hijos para propiciar sus fugas o para cubrirse en las refriegas, dejándolos abandonados en no pocas ocasiones. Esos hijos por los que hoy se reclama fueron, en algunos casos, abandonados por sus mismos padres, después de haberlos usado como coartada, tal como surge con toda claridad de muchas de las actuaciones judiciales respectivas. No todo hijo de desaparecido fue arrancado de sus padres, adulterado en su identidad y entregado en tenencia a una familia sustituía. Muchos fueron abandonados por la pareja de guerrilleros que eventualmente los tenía consigo o que los había engendrado. Y fueron recogidos, adoptados y criados con las mejores intenciones por abnegados ciudadanos o por solícitas familias castrenses.Queden señalados esquemáticamente estos olvidos. No son los únicos sino los que conviene recor­dar en los duros momentos actuales.


Queden señalados, porque recordar es un deber, y olvidar es una culpa. Queden señalados, porque sin la memoria intacta y alerta no se puede marchar al combate. Y el combate aún no ha terminado.


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1 comment:

OPINIONES DE MIRIAM MATA said...

RADIOGRAFIA por Roberto Subirana

VON WERNICH: PEDIDO DE ACLARACION

Hasta donde mis limitados conocimientos me lo permiten, siempre entendí que una persona podía ser acusada y condenada por la comisión de un delito siempre que se probase su autoría, fehacientemente o, cuando menos, existiesen indicios firmes que resultasen aceptables como reemplazo de la evidencia fehaciente.

No pudiendo probarse la autoría real, efectiva, o intellectual de un delito podría acarrearle a la persona acusada otro tipo de sanciones, tales como la de partícipe necesario, partícipe secundario o cómplice, según hubiese sido su actitud y/o desempeño respecto del ilícito.

El viernes 02/11/07 los miembros del Tribunal Oral Federal nº 1, de la ciudad de La Plata, leyó los fundamentos de la sentencia a reclusión perpetua por crímenes de lesa humanidad aplicada al sacerdote Christian Federico Von Wernich. Aclaro que, obviamente, no he tenido acceso al expediente de la causa por lo que debo limitarme a analizar la información -no desmentida ni rectificada- provista por los medios de comunicación corrientes.

En dichos fundamentos, el citado Tribunal adjudicó al imputado responsabilidad como "torturador y asesino", con " utilización de su condición de eclesiástico" para la comisión de los delitos que le fueron asignados. La sentencia indica que Von Wernich "formó parte de torturadores itinerantes" expresando que "un sacerdote que se maneja con autoridad ante los carceleros, entrando y saliendo a su antojo de las celdas, no es un torturador cualquiera, es uno calificado ". Agregando que "Christian Federico Von Wernich es un torturador y asesino que integró un plan criminal y para llevar adelante su tarea utilizó los hábitos sacerdotales de la Iglesia Apostólica Romana, autoatribuyéndose una misión pastoral ".

Según la información difundida por los medios de comunicación, los testimonios (de la parte acusadora) involucraron al condenado por " su presencia en episodios de apremios ilegales en la Comisaría 5ª de La Plata, en la División Cuatrerismo de Arana (a poca distancia de la ciudad de La Plata) y en otros centros clandestinos de detención". Al respeto, le adjudican un " rol protagónico" en la recopilación de información de los detenidos, "a través de la confesión", "un sacramento que el cura vulneró en beneficio de los represores".

Siempre de acuerdo con los testimonios acusadores, se pone en boca de Von Wernich expresiones tales como "Para qué te hacés golpear, decí lo que sabés y te salvás ".

Según parece surgir de los mencionados fundamentos, "de los hechos surge que Von Wernich fue partícipe necesario en la privación ilegal de la libertad agravada de treinta y cuatro personas, y de la aplicación de tormentos agravados a cinco personas; coautor en la aplicación de tormentos agravados a veintiséis personas y coautor de las libertades agravadas y homicidios triplemente calificados de siete jóvenes ".

Mi duda es en cuanto a si tales afirmaciones deben tomarse como derivadas de las definiciones establecidas por la codificación o si responden a una curiosa y libérrima interpretación de los fiscales y/o magistrados de la causa.

EL VALOR DE LOS HECHOS

Como todos sabemos -y el expediente ratifica- Christian Federico Von Wernich, en la época en que ocurrieron los hechos, se desempeñaba como capellán de la Policía Bonaerense. Ese cargo le fue otorgado por la Iglesia Católica Apostólica Romana. Ergo, no comprendo la causa por la cual, en los fundamentos, se asegura que se autoatribuyó una misión pastoral . Su presencia en esos lugares (y en cualquier otro que formase parte de la estructura edilicia, operativa y/o funcional de la Policía Bonaerense se inscribe, sin la menor duda, en sus funciones como capellán de esa fuerza.

Asimismo, en su probada calidad de capellán de la Policía Bonaerense, no cabe dudar de la autoridad (moral y jerárquica) frente al personal policial y/o carceleros, como se menciona en los fundamentos. Lo que, sin dudas, no podía hacer el acusado -ni como sacerdote, ni como capellán ni como amigo personal del, por entonces, jefe de la Policía bonaerense- era disponer la detención, el tratamiento y/o libertad de los detenidos. Aunque, sea como capellán, sea como un simple sacerdote, podía extender su tarea a las personas que, por el motivo que fuere, permanecían en las dependencias policiales, como lo hacen habitualmente sacerdotes, pastores, etc. en las unidades penitenciarias, hospitalarias, etc. del país.

Las palabras que los testigos de cargo ponen en boca de Von Wernich ("Para qué te hacés golpear,. etc.) resultan normales y corrientes, ya sea que las haya pronunciado un simple sacerdote o el capellán de la fuerza policial. Es más, pudieron tener por -íntima, oculta- finalidad recopilar información para luego transmitirla al personal policial, nada de lo cual ni me parece que constituya un delito ni una infracción a las normas morales que rigen el secreto de confesión que debe guardar un sacerdote. Por otra parte, ¿existe algún fehaciente elemento de prueba que demuestre que no lo hizo, simplemente, para evitar la extensión del sufrimiento de los detenidos. o, sencillamente, se está prejuzgando? Al margen, si, en algún momento, recibió una confesión y, luego, transmitió datos de la misma a los policías, se trataría de una infracción a las normas eclesiásticas, pero no de un ilícito.

Por su parte, la Iglesia Apostólica Romana, haciendo gala de su diplomacia secular, a través de lo que se ha dado en llamar mesa chica del Episcopado, se limitó a una tibia expresión de repudio hacia Von Wernich al conocerse la sentencia (no los fundamentos). Pero sucede que, de acuerdo con las normas que rigen en la Iglesia, nadie sino el superior inmediato de Von Wernich -y la máxima autoridad eclesial- puede aplicar una sanción más severa que podría llegar a suspenderlo [i] en sus fueros sacerdotales por un plazo determinado a aun a perpetuidad. En este caso, el superior inmediato es el obispo diocesano de la ciudad de 9 de Julio, Martín Elizalde, quien ha anunciado que " se tomará algún tiempo para estudiar el caso desde la legislación eclesiástica". Por descontado que, antes de hacer este anuncio, pidió perdón por "lo hecho por Von Wernich". Sería interesante preguntarle, en su opinión, qué cree que fue lo que hizo su subordinado directo. La restante posibilidad de que se aplique una sanción dura está en manos del propio pontífice, Benedicto XVI, algo que parecería tan cercano como plantar un rosedal en la Luna.

Sigo con los fundamentos de la condena que señalan que de ". la comprobación de los hechos surge que Von Wernich fue partícipe necesario en la privación ilegal de la libertad agravada de treinta y cuatro personas.", pero sucede que de ninguno de los testimonios en su contra ubican al acusado señalando, incidiendo, presionando o participando en el (supuesto) secuestro y/o posterior retención de las aludidas treinta y cuatro personas. Tampoco nadie lo señala como realizando personalmente o colaborando en la ejecución de torturas, ni a cinco ni a una sola persona, ni cual es la acción que pueda haber llevado a cabo para ser considerado partícipe necesario. Mucho menos que circunstancias y/o acciones lo convierten en coautor "en la aplicación de tormentos agravados" a veintiséis personas.

No me queda muy en claro el cargo de coautor de las libertades agravadas. ¿Pudo un capellán ordenar libertades (de detenidos), sean agravadas, atenuadas o del cualquier otro tipo? Si por su intercesión se concedieron libertades, convengamos que hizo lo mismo que hicieron (o intentaron hacer) muchos otros sacerdotes, los que han merecido calificativos diametralmente opuestos a los aplicados a Von Wernich.

¿ANIMOSIDAD O REALIDAD?

A Von Wernich se lo acusa de "formar parte de torturadores itinerantes" pero no como "un torturador cualquiera sino como uno calificado ", de "aplicación de tormentos agravados", de "partícipe necesario" en privaciones ilegales de libertad, de "aplicación de tormentos agravados", de "coautor en homicidios triplemente agravados ". pero, hasta donde conozco, nadie ha podido probarle que haya apretado un gatillo ni utilizado un elemento de tortura. Tampoco nadie ha podido probar que alguna persona haya sido detenida y/o torturada y/o muerta a pedido del condenado y/o con su participación directa y efectiva.

Los testigos de cargo lo ubican con presencia "en episodios de apremios ilegales en la Comisaría 5ª de La Plata, en la División Cuatrerismo de Arana y en otros centros de detención ". Como surge no sólo de lo anterior sino del mismo expediente judicial, su presencia en esas dependencias queda plenamente aclarada a partir de su condición de capellán policial.

Podría imputársele el haber presenciado actos de tortura -y hasta de homicidios- y haber omitido denunciarlos. Podría ser verdad. pero una verdad teórica. Porque, ¿a quién hubiese podido presentar las respectivas denuncias? ¿A los mismos policías? ¿A la Justicia? Pensar así sería o bien una desubicada inocencia o una dolosa propuesta, pero, posible en lo instrumental, en lo formal. ¿Cuántos jueces, durante esos años, emitieron habeas corpus, los impulsaron, hicieron diligencias para lograr que se concretasen y lograron legalizar la situación de los beneficiarios de esas medidas? Por otra parte, ¿sabemos realmente ni Von Wernich no hizo -dentro del marco de sus posibilidades- alguna gestión a favor de los detenidos?

Aun así, aun pensando que haya callado tras presenciar actos ilegales, del tipo que fuesen, se le podría imputar la complicidad del silencio, pero no me parece que le quepan ninguno de los cargos mediante los que se pretende sustentar su condena. Hasta se podría asumir que, su silencio frente a actos de crueldad, pudo haber infringido alguno de sus deberes sacerdotales (algo que ignoro por no ser sacerdote). Pero, si optásemos por esta variante, ¿a cuántos ex subversivos deberíamos sentar en banquillos iguales? ¿Nos olvidamos de cuantos ex Montoneros negociaron sus vidas (además de otras cosas, bastante más crematísticas) vendiendo información lograda, mediante engaños, de sus propios compañeros de militancia y hasta los entregaron a las autoridades, si no habían sido aún capturados a cambio de beneficios personales?

Al menos en lo personal, lo rebuscado, inentendible, inaceptable y ficticio de los cargos me afirman en la sospecha de que todo el juicio constituyó una farsa, una invención equiparable a El Proceso debido a la pluma de Franz Kafka, con una sentencia puesta de antemano, bastante antes de concretarse la primera sesión del juicio [ii].

Puede entenderse la ansiedad de un sector ideológico, necesitado de chivos expiatorios mediante los cuales intentar justificar su injustificable posición. pero cabría esperar un poco más de esfuerzo neuronal para amañar algo un poquitito más creíble, menos burdo y hasta no tan obsceno [iii].

Al respecto, me permito recurrir a una expresión que fue sobreabundantemente utilizada por dicho sector ideológico entre los '60 y los '80 : "La violencia «de arriba» genera la violencia «de abajo»" y, por si aún no lo advirtieron, son ellos los que, de momento, están (parecen o suponen estar) "arriba".

¡Hasta la próxima, semejante,. y gracias por su paciencia!

Buenos Aires, noviembre 10 de 2007.-

NOTA 1: Una vez más le recuerdo que Radiografía intenta ser un foro abierto a una madura y respetuosa discusión de opiniones e ideas. El contenido de estos comentarios y reflexiones no tiene que ser ciegamente aceptado como verdad absoluta e indiscutible; los seres humanos -aun con la mejor intención y buena voluntad- podemos equivocarnos y/o interpretar erróneamente los datos que obtenemos acerca de los sucesos que comentamos. Si usted entiende que estoy equivocado o, simplemente, no coincide con mi opinión, por favor expréselo. Del sano y coherente debate surge la luz; el silencio aumenta la ya excesiva confusión y la distorsión de la realidad.

NOTA 2: Si usted no ha recibido alguno de los anteriores artículos y desea hacerlo, sólo tendrá que hacernos llegar un e-mail solicitándolo.

LEY NACIONAL 26.032: Este correo fue emitido en la República Argentina, en concordancia con las libertades constitucionales establecidas en esta ley desde el 18/6/2005 y con las atribuciones y derechos que la Constitución Nacional otorga a los ciudadanos ( art.14 y relacionados).

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[i] La sanción no puede exceder el marco de la suspensión ya que, una vez ordenado, el sacerdote seguirá siéndolo hasta el último día de su vida. Lo que la Iglesia puede hacer es inhibirlo de ejercer su ministerio -por un tiempo o a perpetuidad- dependiendo de la gravedad del hecho que haya dado origen a la sanción. Es así aun en los casos de sacerdotes que han desechado sus hábitos para integrarse a la vida civil, lo que, en general, incluye contraer matrimonio.

[ii] Muerto el ex jefe de la Policía Bonaerense, (ex) general Juan Ram ón Camps; exonerados, condenados y cumpliendo sancidisano de la ciudad de 9 de Julio, perpetuidad-ado nón Camps; exonerados de sus Fuerzas, condenados, arrestados (aun en sus propios domicilios), muertos otros de los más altos jefes militares del Proceso de Reorganización Nacional y habiendo continuado Von Wernich con su ministerio sacerdotal -con su trayectoria, supuestos contactos y el criterio imperante en la Iglesia podría haberse hecho dar un cargo en el Vaticano o en cualquier país extranjero- Von Wernich era (es) un candidato burdamente previsible. Aun así, por lo que he expuesto más arriba, con pocas o ninguna evidencia sólida para que su juicio y condena puedan ser demasiado aprovechados por el sector ideológico que impulsó la causa. Mucho menos si siguen demostrando tan ausente creatividad y falta de estilo para pretender demostrar lo indemostrable.